El gótico se extiende desde finales del siglo XII hasta que se ve desplazado por el Renacimiento. A pesar de seguir todavía en plena Edad Media, la cultura ya comienza a liberarse de la tutela de la Iglesia, aspecto que tiene un fuerte impacto en el arte. Resurge la burguesía, y el poder real crece; no obstante, el hombre sigue dominado por la idea de Dios, lo cual también tiene repercusiones en las obras producidas en la época.
La manifestación artística más característica del gótico es la arquitectura, principalmente la religiosa, aunque ya en este periodo surge la arquitectura civil. De todos los edificios, el más representativo es la catedral, la cual se caracteriza por su gran altitud, acentuada por las enormes cúpulas de forma ojival, y por el uso de elementos sustentantes (contrafuertes y arbotantes) y de vanos cubiertos con vidrieras en vez de muros, iluminando a la catedral. Son comunes los vitrales de colores en dichas vidrieras. Destacan catedrales como la de Notre Dame, Chartres, Reims, Santa María del Mar, Westminster, entre otras.
En cuanto a la escultura, esta se trabajó tanto dentro del mismo edificio como exenta. Esta escultura es más naturalista, más humanizada, que la románica. La temática es toda religiosa, en la que se incluyen las vidas y calvarios de los santos y los apóstoles.
La pintura, al igual que la escultura, busca ser naturalista, realista y sintetizar color y dibujo. En Italia, el pintor destacado, considerado como el primer artista moderno, es Giotto di Bondone, autor de "Lamentación sobre el Cristo muerto". También sobresale Duccio di Buoninsegna, quien pintó el retablo de la catedral de Siena, Jan van Eyck, Pedro Serra, entre otros.
Una de las aportaciones más significativas del gótico es el uso común de vitrales o vidriera, los cuales complementan y apoyan la arquitectura con su triple carácter funcional, óptico y espiritual. Son de gran belleza vitrales como los de Chartres, París y Reims.
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