El barroco surge en Italia durante el siglo XVII, como contraposición al Renacimiento. Recordemos que en el Renacimiento, se le da gran relevancia a las formas clásicas, a la sencillez y al naturalismo. Por el contrario, el Barroco es un movimiento opulento, lujoso y sumamente recargado. Es el arte del adorno, del desequilibrio. Se caracterizó, además, por su gran desarrollo técnico, el movimiento de las formas, y la libre expresión de los sentimientos.
El arte barroco cumplió además con otro propósito: el de ayudar a la Iglesia para la difusión de la Contrarreforma. Por ello, durante este periodo, en la arquitectura se dieron grandes obras de carácter religioso; de las cuales, la principal es la terminación de la Basílica de San Pedro, a cargo de Carlo Maderno, y la construcción del Baldaquino y la Plaza de San Pedro, en el Vaticano. También destacan como arquitectos Francesco Borromini y Alberto Churriguera.
Si la ideología del barroco es romper con los cánones de belleza y perfección, la escultura no se queda atrás. En su afán de eliminar las ideas de simetría, estatismo e idealismo, se va al otro extremo y busca todo lo contrario: el dinamismo, la idea de movimiento, el naturalismo. La figura destacada del barroco en la escultura es Lorenzo Bernini, quien de cierto modo, es su creador. Su mayor obra es "El éxtasis de Santa Teresa", uno de los mejores exponentes del espíritu barroco.
Sin embargo, es en la pintura donde el barroco se desarrolla con mayor amplitud. Surge una diversidad de escuelas impresionante, de donde, sin embargo, se pueden rescatar como características comunes el romper con los cánones de belleza y regresar al naturalismo (representando por igual lo bello, lo feo, lo desagradable), el predominio del color, el movimiento y la luz sobre el dibujo y la forma, y el dominio de la profundidad.
Uno de los más grandes representantes del barroco es Caravaggio, creador del tenebrismo y del clarobscuro. En sus obras podemos apreciar un realismo pleno, que en ocasiones incluso puede resultar grotesco. Otras grandes figuras son José Ribera ("El sueño de Jacob"), Francisco de Zurbarán ("San Hugo en el refectorio"), Diego Velázquez ("Las Meninas"), Peter Paul Rubens ("La adoración de los Reyes Magos"), y Rembrandt ("Lección de anatomía del profesor Tulp").
En Francia en el siglo XVIII, tras la muerte del Rey Sol, el barroco da un giro y se transforma en lo que conocemos como rococó. Este estilo se caracteriza por acentuar todavía más los elementos decorativos, para crear ambientes adecuados a la galantería y frivolidad. El mejor ejemplo de este estilo es el Palacio de Versalles.
sábado, 16 de mayo de 2009
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